La verdad es que detesto sobremanera que muchas, muchísimas veces, las continuaciones de buenas películas, o hasta de libros sean malas, una mera sombra con regusto mercantilista de lo que fue la obra original.
En este caso, creo que me voy a tener que cortar la lengua e injertarme una nueva porque el sabor de la que voy a relatar todavía no se me va ni se me va a ir por años...
La versión original de este post tiene casi un año, y desde entonces no me animé a armarme de yeso, enduído y posteriormente pintura porque el año había venido pesadito respecto a trabajo. Y también porque en este mundo algunos afortunados venidos munidos de un sexto sentido que nos previene que no todo ha terminado... si, un lindo sexto sentido, de esos que nos hacen sentir que si estamos contentos es porque no revisamos bien...
Voy a comenzar como en toda segunda parte que se precie de tal, haciendo de prólogo el epílogo de la primera parte...
Luego de "terminada" la reparación de la rajadura en la Hoover Press que ponía en peligro la integridad de la superestructura del edificio y de diez cuadras a la redonda, el Lord Mayor de la Albañilería procedió a darnos a elegir a mi señora y esposa y a mí un solo tipo de cerámica (la que paga el consorcio) así que luego de pensar mucho, decidimos que se pondría esa cerámica. Muy dificil no fue.
Posteriormente a esto, el dicho Lord procedió a solicitar que eligieramos de qué color sería la pastina para las juntas de la cerámica. Como soy un verdadero macho, sé que si me meto en esas cosas pierdo como en una guerra, así que dejé que mi señora (que tiene buen gusto, porque aparte de haberme elegido a mí, sabe de estas cosas) hiciera los honores. Resultado: cerámica color crudo-rojizo muy suave, pastina color rosa viejo, que con los artefactos color tabaco que heredamos del dueño anterior del departamento, no quedaban *tan* mal.
Hecha esta selección, y considerando la batalla evitada, procedí a seguir con mi programación habitual.
Dos días más tarde... el desastre...
El crudo-rojizo se había convertido en un rosa viejo fuertón, estilo colonial, y la pastina era un rojo oscuro... claro que me enteré de esto por boca de mi señora esposa que procedió a explicarme metódicamente durante el mes siguiente, durante cada momento que lo recordaba (y tiene buena memoria y encima talento para encontrar donde meter bocadillo en las conversaciones) que eso no era lo que nos habían mostrado.
Intenté con lo de la concentración del color. No la convencí.
Intenté con lo de que cuando se secara y estabilizara iba a cambiar. No la convencí.
Intenté con lo de que era la falta de luz. Menos todavía.
Al mes, y ante la alternativa de consultar a un urólogo porque tarde o temprano o me estallaba un testículo o me volaba la próstata por exceso de presión seminal, decidí que era hora de tomar las armas y munido de mi fiel taladro y un cepillo rotativo de alambre, removí la pastina de la deshonra. Ya le pondría una con un color más apaciguado con más tiempo.
Mientras tanto, en la ciudad de Cacodelphia algo se tramaba.
Mis vecinos del edificio un día comenzaron a comportarse... distantes...
Ese mismo día ví el precio de la reparación. Los especialistas habían cobrado como si hubieran restaurado las Termas de Caracalla y los Jardines Colgantes de Nínive a su estado original, y los hubieran desmontado, embalado y despachado a Buenos Aires por FedEx...
Uno de los miembros del Consejo de Administración (yo tengo la honra de componer ese egregio cuerpo consultivo) inclusive me preguntó si habíamos puesto alguna cerámica o azulejo especial...
Esto, sumada a la repetición contínua por parte de mi señora esposa de la relación color-pastina completó mi cupo de felicidad por varios años...
Luego de aclarar que no, que era todo standard y que inclusive, el Especialista en Albañilería de la NASA había dejado el zócalo de madera del lado de la habitación en un ángulo interesante en demasía (horizontal es siempre aburrido), el incidente se consideró cerrado y decidí olvidarlo por un tiempo... por todo el tiempo que me restara de vida.
Continuará.
sábado, 6 de junio de 2009
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
5 comentarios:
Jajaja, quiero leer la continuación!
En algún momento y salvando distancias de detalles, me pareció que esto podía estar escrito por mi marido...
Gracias por la visita a mi blog y comentar.
Sorpresa me llevo a ver a mi tocaya Ana, comentar por aqui y ver a mi colorada amiga Irene entre los blog q sigue.
Taaaaaaaaanto lio por cambiar una ceramica y la pastina?
Menos mal q vivo en una casa.
Saludos.
GastónP: qué es de su vida, hombre!
UD PRESCRIBIO EN LA HISTORIA??? VUELVA QUE SUS ESCRITOS NOS TRAIAN ALEGRIA (?)
Tal parece que no vuelve che...
En fin... Igual le aviso que por su lealtad para sostener y llevar "el botoncito" se ha ganado el "ingreso al bronce".
Ya lo sabe. Puede ir y ver su nombre grabado "allí mismo"...
¡Salud!
;) Rapote
Publicar un comentario